Padres Modernos
Crees que eres buen padre porque le das todo a tus hijos, porque trabajas de sol a sol para que nunca les falte nada. Te crees el mejor porque les compras ropa de marca, cosas de moda y los mantienes con los juguetes más avanzados que ofrece la tecnología hoy por hoy.
Te crees el mejor y juras estar haciendo lo correcto porque le pagas los estudios universitarios desde antes de nacer, porque tu seguro de vida le quedara en su totalidad el día que inevitablemente ya no estés en este plano terrenal. Has dejado de vivir tu vida, darte tus gustos y dedicarte de lleno a producir, a trabajar y hacer dinero para tener una casa más grande en la que cada uno tenga comodidad y su propio espacio. Se los has entregado a Dora la exploradora, a la computadora y has permitido que gasten gran parte de su infancia, de su niñez y de su adolescencia entretenidos en el teléfono y has llegado al colmo de permitirle usar sus juegos durante las horas sagradas de la cena, el almuerzo y el desayuno. Dices amarlos, pero según tu comportamiento pareciera que los odiaras, que te fastidiaran porque eso que tu haces nada tiene que ver con amor, cuidado ni mucho menos con protección.
Te ufanas hablando de las vaciones de dos semanas que toman una vez por ano y los grandes lujos y atenciones que allá tienen, pero se te olvido que lo único que tus hijos necesitan de ti son tus besos, abrazos, caricias, pero ante todo tu tiempo.
Les exiges todo el tiempo que den lo mejor de ellos, que jueguen a ganar todo el tiempo porque tienen que ser tu fiel reflejo. Ganadores, los mas listos, los mas rápidos, los mas inteligentes, pero ante todo que sean superiores a los demás porque nadie le puede poner un pie encima a ninguno de tus hijos.
Se te olvido a talvez nunca te dijeron que a los niños hay que dejarlos ser como son, que ellos ya traen su propia forma de ser, sus personalidades definidas y sus destinos marcados y que si te escogieron a ti como padre fue simple y llanamente para aprender de ti. Eres su maestro, su luz, su guía y el encargado de mostrarles el camino cuando así lo requirieran, pero estas haciendo muy mal tu tarea.
A los niños hay que dejarlos que se diviertan; ganar o perder son caras de la misma moneda y no puedes crearles un mundo de fantasía ni una burbuja de la que tarde que temprano caerán y de esos golpes normalmente no hay quien se levante.
Hay que dejarlos ser ellos mismos sin presión, exigencias ni mucho menos amenazas. Hay que dejarlos ser sin dejar de ser el profesor. El que corrige, el que guía y ensena con carácter pero siempre con mucho respeto. El que da buen ejemplo porque esa es la mejor manera de ensenar. El que se ocupe de sus cosas sin invadirlos y tener presente que de la misma forma que tu te la has buscado y rebuscado en esta vida ellos tendrán que hacerlo de la misma manera con la única diferencia de que en ti encontraran siempre un apoyo, una mano amiga, un socio e incluso un inversionista de ser necesario.
Nadie dijo que esto de ser padres es asunto sencillo, pero se puede hacer más fácil y menos complicado si no reflejas tus frustraciones y tus deseos no cumplidos en ellos. De esa forma ellos podrán ser ellos y crearán su propia historia sin tener que seguir cargando con tu cruz a su espalda.
Tienes que tener claro que lo peor que puedes hacer en la vida es dejarles dinero ya que la inmadurez de la juventud hará que con esos recursos se pierdan en sendas y caminos que por lo general no tienen regreso. Tienes que entender que el estudio es una mafia, un negocio y que el día que se gradúen lo único que demostraran es que su tiempo finalmente no les pertenece ya que los emplearan por un muy buen salario a cambio de su tiempo y el que tiene tiempo lo tiene todo.
Hay que ensenarles a ser independientes, que sigan los latidos de su corazón, a que sean felices haciendo lo que les gusta aunque ante tus ojos o los ojos de la sociedad eso que ellos escojan hacer no de mucho dinero. Hay que patrocinarles sus proyectos, sus locuras e incentivarlos a que abran las alas para que vuelen tan alto y lejos como puedan. Hay que agacharse para hablar con ellos, hay que dejarles claro de que no eres un retardado y a que te respeten así tengas que imponer tu madura presencia. Ellos tienen que saber quien es el que manda aquí. Ellos tienes que admirarte.
Tienes que dejarlos que cuando se caigan se levanten por sus propios medios, porque si no les ensenas esa lección desde pequeños el día que faltes serán presa fácil de la depresión, la angustia, de los vicios y todo aquello que les cree un mundo paralelo para no enfrentar sus realidades. Hay que formar a los niños para no castigar a los hombres. Tienes que aprender a que resuelvan sus propios problemas o situaciones, hay que ensenarlos a ser recursivos y hay que ponerles oficio para que ocupen sus mentes y para que aporten algo a la causa. No puedes criar paracitos.
Por culpa de estos padres modernos es que nuestra sociedad actual se encuentra totalmente fraccionada, dividida y con un futuro incierto. Se te olvido la ruta que conduce al parque, al rio, a las montañas. Se te olvidaron los juegos, las adivinanzas y contarles cuentos o tus propias aventuras antes de ir a dormir. No parecen padres e hijos sino mas bien una partida de desconocidos que no hayan la hora de librarse los unos de los otros. Hay que darles afecto, amor, cariño, darles un beso, un abrazo y tenerlo cerca de tu pecho para que escuchen los latidos de tu corazón.
Hay que volver a los tiempos de antes donde se hacían paseos de olla, donde todos ayudaban a limpiar la casa cantando la música del viejo y se trabajaba en equipo. A los tiempos en que se reía, se chanceaba, se dialogaba y se hacían sanas picardías. A los tiempos en que se tiraban todos en la cama de los viejos o en la sala a ver películas, a crear historias y a burlarse sanamente los unos de los otros.
Mi padre fue mi héroe, mi ídolo, mi maestro y el que me enseno lo bueno y lo malo. El que me reprendió cuando tuvo que hacerlo y como tuvo que hacerlo. El que llegaba con comida a las tres de la mañana cuando le iba bien y gustoso compartía el botín con nosotros, pero más felices nos poníamos nosotros de compartir medio pollo entre seis a esas altas horas de la madrugada.
Que rico era ver a papa jugando futbol, tejo, rana o cualquiera de esos juegos en los que se amenizan con una cerveza bien fría y lo grande que nos hacia sentir cuando nos llamaba para presentarnos, para darnos un abrazo y decirle a sus compadres lo feliz y orgulloso que se sentía de nosotros y lo mejor era que después de ese momento tan efusivo nos daba barra libre para que comiéramos las golosinas, galguerías o los snacks que quisiéramos. Que triste ver a los padres modernos trabajar de sol a sol para pagar cosas que talvez nunca disfrutaran sus críos mientras deja pasar la vida, el amor y las oportunidades de ser una familia como el agua entre los dedos.
To be continued by CJ III
Carlos Javier Aranzales
El Astrólogo de la nueva Era